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Desde el 8 de marzo de este año que la Escuela Rural El Melí de Los Muermos, Región de Los Lagos, está haciendo clases presenciales a sus 174 estudiantes de prekinder a octavo básico. Hoy están ad portas de salir de vacaciones durante dos semanas y su directora, Mónica Navarro, evalúa positivamente este primer semestre. “Ya tenemos reservadas seis matrículas más para el segundo semestre, tenemos mucha demanda porque somos una de las escuelas que está trabajando con más horas de clases presenciales de la zona”, explica sobre el éxito de este proceso.  

Mónica describe que el año pasado la educación a distancia tuvo muy malos resultados: problemas de conexión, bajo interés de los estudiantes y apoderados que solicitaban la vuelta a las aulas fueron puntos comunes. Por lo mismo, este año el equipo directivo y el cuerpo de docentes se propuso la gran meta de volver a la presencialidad y mantenerla lo más posible. Para lograrlo hicieron varios cambios: Las horas de clases duran 60 minutos, la jornada escolar es de 8.30 a 13.30 horas y los protocolos, como la ventilación y la sanitización, son conocidos y practicados por todo el establecimiento. Pero, sobre todo, buscaron el compromiso de toda su comunidad para avanzar hacia esa meta.  

«Nosotros trabajamos directamente con la comunidad, por ejemplo, con la parte social, con la junta de vecinos, con las iglesias, porque ellos son la base de la escuela. Y en general si uno quiere lograr esto que nosotros tenemos, se hace solamente entregándole la confianza a ellos, porque muchas veces pasa que los padres se sienten pasados a llevar, no se sienten escuchados. Entonces, nosotros lo que hacemos es siempre estar atentos, escucharlos y a la vez también mostrarles que la escuela es no solamente para los hijos, sino que también es el espacio para que ellos sean parte del proceso tanto de educación como de formación», relata la directora.  

Con compromiso, comunicación y confianza constantes han logrado mantener sus aulas abiertas. Solo tuvieron que cerrarlas durante dos semanas porque la comuna pasó a fase 1, pero al salir de ella rápidamente volvieron a la escuela. Valoran que han podido hacer clases de educación física en el gimnasio e incluso reactivar el trabajo de su orquesta juvenil. Destacan que su mayor logro es que hasta el momento no han tenido ningún contagio dentro del colegio, ni si quiera una sospecha. 

«Hay una buena comunicación, acá no llega ningún niño enfermo porque es la manera de protegernos entre todos. El compromiso es tan grande que acá los niños, aunque nosotros no somos una escuela de grandes recursos, vienen todos con sus mascarillas, vienen preparados y mantienen las medidas de seguridad. Los papás ya entendieron que a la escuela no pueden estar viniendo, a pesar de que antes estaban muy acostumbrados a venir siempre porque era un espacio abierto. Entonces, todo eso ha sido el cambio que hemos tenido y que en principio temíamos que los niños no iban a respetar el uso de la mascarilla, pero no, nada de eso», cuenta Mónica.  

Para ella es un gusto escuchar a niños y niñas gritar en los recreos. Tras un semestre de clases presenciales siente que todo el trabajo valió la pena y que no fue difícil adaptarse y mantener las normas sanitarias. «El principal desafío es lograr el compromiso de toda la unidad educativa en torno al eje del autocuidado. Lo más fundamental es mantener los protocolos y ser honestos, en el sentido de que, por ejemplo, si yo estoy contagiado o tengo la sospecha de estar contagiado tengo que avisar», concluye la directora.  

 

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