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Actualmente, en promedio, 120 de los 407 estudiantes de la Escuela Manuel de Salas de Guanaqueros, Región de Coquimbo, están asistiendo a clases presenciales en el establecimiento. De 8.30 a 11.30 de la mañana niños y niñas de prekinder hasta octavo básico aprenden junto a sus compañeras y compañeros para luego volver a sus hogares y continuar con sus asignaturas de forma online. Según el equipo directivo este sistema ha dado buenos resultados y se ha ido mejorando desde abril, fecha en la que abrieron las puertas del establecimiento. «Al ver esa cara de felicidad en los niños el primer día de verdad uno dice sí, todo el esfuerzo vale la pena, porque en verdad ellos lo necesitan y vienen», recuerda Marcia Castro, directora del establecimiento.  

Pero convocar a todas estas niñas y niños no ha sido fácil: Cuando comenzaron las clases presenciales, llegaron cerca de 60. La directora describe que había y continúa habiendo temor de parte de estudiantes, apoderados e incluso docentes, lo que ha sido enfrentado con distintas estrategias. «Antes de volver nosotros nos reunimos como comunidad para ver cuáles eran las situaciones que nos aquejaban, vimos los pros y contras, qué cosas teníamos que tener para garantizar la seguridad y fuimos aprendiendo. Luego practicamos con los profesores una rutina de cómo volver y dimos una información general de cómo se iba a hacer. Sabíamos que la única forma de sentirnos seguros con esto era practicando», explica. Para ella la clave ha sido una comunicación constante con la comunidad educativa, para ir respondiendo dudas a medida que van surgiendo.  

Así, el número de estudiantes que asisten presencialmente ha ido creciendo a medida que pasan las semanas y hoy hay algunos cursos donde es tan alta la asistencia que incluso han tenido que separar al alumnado en dos grupos para cumplir los aforos. «Esto ha sido un continuo de replantearnos mucho nuestro plan e ir pensando cómo mejorarlo. Aquí se ponen en juego algunas habilidades blandas del siglo XXI y en definitiva hay que ser muy flexibles frente a la toma de decisiones, porque hay que estar constantemente reorganizando debido a las circunstancias. Pero para nuestra tranquilidad, hoy veo que los estudiantes tienen absolutamente claro cómo funcionan los protocolos, se adecuaron rápidamente y se sienten muy seguros», dice Marcia.  

Pero el equipo directivo aún se preguntaba por qué gran parte de las y los apoderados no envía a sus niños y niñas al colegio. Por eso, hicieron una encuesta para entender estas las y descubrieron que un 90% tomaba esa decisión por miedo al estado nacional de la pandemia. Junto a eso, los y las apoderadas declaraban sentirse seguros con la información que recibían de parte del colegio, los protocolos de sanitización y la limpieza de la escuela en general. Eso les indicó que iban por buen camino. «Al tomar la decisión de abrir el colegio estaba convencida de que la única forma de convocar a nuestra comunidad es que vivieran la experiencia de estar en el colegio. Que se dieran cuenta de que no es tan malo como lo imaginan, que están todas las medidas de seguridad. Que los mismos niños vean que sus compañeros están pasando la materia y están entretenidos en presencial. Que sí, hay que levantarse temprano y hace frío, pero están sus compañeros y vienen felices», concluye la directora.  

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